martes, 3 de mayo de 2011

Rotondas de corte

Rotonda perfectamente visible,
con bandas metálicas en mal estado

Hace unos años, en las obras de enlace a una autovía, a la salida de un pueblo, colocaron una rotonda. La obra fue tan rápida que, al final del día, ya estaba totalmente operativa, con el correspondiente desvío de circulación, como es lógico. Y digo bien, ya que la obra fue “cronometrada” por el Juez de Paz del pueblo en cuestión. Y paso a relatar los hechos:

Como cada mañana, temprano, a esto de las 6,30, Don R. se dirigía en coche a una pedanía cercana al pueblo en cuestión, donde residía, para hacer “sus chapucillas” en el huerto de la casa familiar. Este hombre era conocido por su breve capacidad visual, pero, a pesar de todo, seguía conduciendo. Pues como iba diciendo, esa mañana paso sin observar más que las máquinas paradas de la obra de la Autovía, en el lugar de costumbre, paradas, esperando a comenzar la jornada laboral. Ni se podía imaginar que el trabajo planteado para aquel día, era plantar la rotonda de enlace con la autovía; y digo plantar, porque con la finalidad de hacerla visible a distancia, plantaron, además de una altísima farola, cuyos focos iluminan lo inimaginable, varios ejemplares de árboles típicos de la zona, para darle un toque natural, así como los correspondientes adoquines de delimitación y el resto de la obra que una rotonda conlleva. La referida rotonda está situada en un cruce muy conocido en la zona, en medio de una recta de 3 km. de longitud, haciendo que resulte perfectamente visible a distancia dicha obra. Así como a las 7 de la tarde, de regreso al pueblo, Don R., de repente, se ve detenido por uno de los arboles recién plantados, una palmera, que ¡por arte de magia, se había plantado en su camino! Cuando para auxiliarle del accidente, sin daños personales, se personaron en el lugar diversas personas, así como la pareja de la Guardia Civil, le preguntaron al por todos conocido:
-Pero ¡hombre!, ¡R! ¿Cómo te has podido pasar así la rotonda nueva?- le dijo uno de los guardias.
-Mira, X., que esta mañana cuando pasé bien temprano, ¡aquí estaba la carretera de siempre!-contesto R. todavía perplejo por la situación.
Para tranquilidad de los conductores, les diré que esta persona, a raíz de esto, dejó de conducir.”

Dejando ya la nota “cómica”, imagino que a esta persona, le habrían venido bien las bandas reflectantes que el verano pasado se pusieron en los adoquines de las rotondas, en Algeciras. Por las noches, hacen visibles las mismas a distancia, por efecto de la luz de los vehículos, y supongo que ahorrando en la factura de la luz del Ayuntamiento, que no acomete los gastos propios de iluminación en las mismas de forma artificial.

Estado que presenta una banda,
lista para empeorar los efectos de un accidente.
Estas bandas reflectantes, se encuentran clavadas/atornilladas a los adoquines, son metálicas y deben de tener “vida propia”, ya que, supongo que por efecto de los cambios de temperatura, se retuercen de frío provocando que algunas (muchas) se despeguen del adoquín que las sujeta, levantando sus “afiladas” garras, al acecho del primer incauto motorista que se deje apresar por estas mortíferas señales. Y digo primer porque, en este país tenemos que esperar para tomar medidas a que, por lo menos, ocurra una desgracia, eso sí, en el mejor de los casos, que la Administración actúe con “celeridad”.




La imagen habla por sí sola...
Cuando ya han sido retirados de nuestras carreteras, casi en su totalidad, los temidos “quita-miedos” que muchas víctimas se han cobrado, principalmente de motoristas; cuando parece que se han concienciado las Autoridades para proteger siempre que sea posible las vidas de conductores y peatones; nos encontramos con medidas retrogradas que esperemos se solucionen antes de que tengamos que lamentar alguna desgracia.
Bandas despegadas de los adoquines
y tiradas en la orilla.
Bajada del Hospital Punta Europa.

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