jueves, 9 de mayo de 2013

Castillos y Fortalezas de la Comarca: Santa Catalina (Tarifa)


¡Tafira suriquimba!

Cuántas veces oí esta expresión... que me tenía la cabeza loca de intentar encontrarle una explicación lógica a esta frase que al parecer le habían referido a Don Alfonso Pérez de Guzmán, allá por el siglo XIII...

No me imaginaba a un meriní de la época con semejantes problemas de dicción, o con un cansancio tal de hacerle errar la lengua hasta ese punto. Al final resulto ser una frase tristemente (aunque graciosa) célebre a partir de una representación del Sitio de Tarifa, en la cual el protagonista principal se puso enfermo, y un compañero suyo se vio obligado a aprenderse en un momento, su corto papel: “¡¡Tarifa sucumbirá!!”

Pero... ¿sucumbirá...? ¿a quién?

Corría el año 1294, cuando el Rey Sancho IV recurrió al valiente apoyo de Don Alfonso Pérez de Guzmán, Guzmán “el Bueno” para los amigos e historiadores, para la defensa de Tarifa, que se veía amenazada por la avaricia del Infante Don Juan, hermano de Sancho, que contaba con la ayuda de meriníes y nazaritas (extraña coalición). Fue allí, en aquel momento, cuando tuvo lugar una de estas hazañas bélicas de las cuales se enorgullecen los amantes de la oda hispana:

Estatua que recuerda el gesto de Guzmán
“Cuando el aguerrido Guzmán fue informado de que su hijo menor, Pedro Alonso Pérez de Guzmán y

Coronel, se encontraba cautivo de las huestes asediantes, para obligarle a ceder el control de la fortaleza, éste les lanzó desde lo alto de la muralla su propia daga, para que mataran con ella a su hijo, antes que sucumbir al chantaje del Infante Don Juan, o así cuenta la leyenda...”

Y, desgraciadamente, no es esta la primera ni la última anécdota de sacrificio a este nivel, ocurrida en la historia de los asedios extramuros en esta Piel de Toro. De hecho, la leyenda que le da origen a mi apellido, va por los mismos derroteros (aunque no filiales...) o la acontecida 642 años después, en un Alcázar de la Mancha, de cuyo nombre prefiero ahora no acordarme...

Al final, nos encontramos siempre con “sacrificados valientes” dispuestos a renunciar a lo más sagrado (la sangre y los vínculos) a cambio de una Victoria o de otro tipo de beneficio.

Ya en nuestros días, en los que negras tormentas sacuden los aires de las clases políticas, reales y, a veces, sociales, abrimos los ojos con anhelo de encontrar la figura de un “héroe” dispuesto a renuncia de un vínculo o una promesa por alcanzar una de estas Victorias o beneficios... Pero, ¿cuál es nuestra sorpresa al vernos obligados a cerrar los ojos para que no nos ciegue tanta desfachatez? Si es que hasta los hay que no solo lanzan su daga desde la muralla... sino que la lanzan de punta y sin funda, por si pueden ahorrarle el trabajo al matarife de turno y acabar cuanto antes(...)

Pero volviendo al hilo de esta historia, recuerdo cuando visité Tarifa por primera vez. El viento de Poniente estuvo a punto de dejarme ciego al bajar hasta la Isla de las Palomas... Bonito paraje que me presentó por aquel entonces, lo que equivocadamente me dijeron que era el Castillo de Guzmán el Bueno. A mí, la verdad, me parecía pequeño para lo que había oído acerca de la magnitud de dicha edificación. Y por supuesto, sin contar el estilo que ni por asomos me parecía propio de la época.

Foto reivindicativa Pro-Museo del Castillo de Santa Catalina,
que circula en redes sociales.
Posteriormente, fui mejor informado del origen e historia de esta edificación, que como imagino algunos y espero, muchos, ya habrán adivinado que se trata del Castillo de Santa Catalina.

Construido en el Cerro del mismo nombre, cuyos antecedentes urbanísticos fueron una ermita que hacia el siglo XVI, aparece en el grabado del pintor holandés Van der Wyngaerde, y, en el siglo XIX, un fortín de Artillería, mantenido y reformado hasta 1859, momento en el que debido a la “dejadez” de los políticos de la época cae en el más profundo abandono en 1867, cuando Tarifa se descarta como plaza de defensa marítima.

A continuación, en el siglo XX, recobra la posición, cierta importancia por su situación estratégica ante las Guerras Mundiales, que volvieron a armar al Cerro de nidos y búnkeres.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera, concretamente en el año 1926, el Ministerio de Marina plantea en el punto más alto del Cerro, la construcción sobre las ruinas del antiguo Fuerte, de un Semáforo óptico de señales marítimas. Una vez cedido el Cerro por la Corporación Municipal al Estado, en 1928, se redacta en 1929, por Don Julio Murúa, el proyecto para este edificio, diseñado desde su origen siguiendo los cánones renacentistas. Se levanta ya finalizada la Dictadura, entre 1930 y 1931.

Es en 1933, durante la II República, cuando entra en funcionamiento, aunque sin llegar a instalarse el semáforo que en un principio tenía destinado para su uso. Durante la Guerra Civil, en 1936, sufre continuos bombardeos por parte de la Escuadra gubernamental, siendo declarado inútil para el servicio en 1937. Tras casi cuarenta años de nuevo abandono, durante los cuales sufrió diferentes usos y ocupaciones, en 1972 se rehabilita por Marina, para albergar el Centro de Control de paso de buques del Estrecho de Gibraltar y el centro de observación meteorológica, dependiente de la Armada Española y el Instituto Nacional de Meteorología, convirtiéndose en la más meridional de Europa.

En el año 2000, el Centro de Control se traslada a otras instalaciones y pasa a ser utilizado como puesto de vigilancia nocturna de la Guardia Civil.

En 2001, vuelve a titularidad municipal y se solicita su inclusión como Bien de Interés Cultural y en sesión de 18 de junio del mismo año, la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico informó favorablemente sobre la inclusión del Cerro y Castillo de Santa Catalina en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la categoría de Monumento y con carácter genérico. Así mismo, se encuentra bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985, sobre el Patrimonio Histórico Español. En 1993, la Junta de Andalucía otorgó reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Autónoma de Andalucía. (Fuente: castillosnet.org)

A la espera de una necesaria rehabilitación que lo convierta en la sede ideal como Museo marítimo del Estrecho, para cuyo fin no faltan colaboradores ni financiación, aunque actualmente se estén barajando otros usos para ese suelo.

Sobre este particular, Valdevaqueros ya ha sucumbido... ¿ocurrirá lo mismo con Tarifa...? La cristalera de un salón en esa situación... ¿cuánto vale? Me imagino que algun@ estaría dispuest@ a arrojar su daga desde lo alto de la Fortaleza...